El muro

La verdad, a estas alturas, parece ser también ésta: Israel no renuncia a construir el muro en Cisjordania a pesar de que el Tribunal Internacional de La Haya ha declarado ilegal la barrera de separación y ha exigido su urgente demolición. En otras palabras: las obras continúan y nos encontraremos obligatoriamente ante otro inevitable muro, ante la "verdad" incontestable del muro. ¿Es el momento entonces de seguir con las preguntas?
No obstante, desde Heidegger sabemos que todo objeto muestra una parte de su verdad, pero que asimismo el objeto mantiene posibilidades clausuradas, ocultas, revelándonos su ser de una forma determinada, pero manteniendo emboscadas al mismo tiempo todas las restantes formas posibles de su ser. Es la desocultación del ente (en este caso la visión descarnada del muro) la que paradójicamente produce esta ocultación; es el muro que se nos presenta ahora como una superficie desnuda, como un espejo cristalino donde se reflejan los miedos, las diferencias, los odios y las esperanzas, pero que bien podría, siguiendo a Heidegger, acabar mostrándose como otra cosa. Un muro, como ya nos enseñó el Muro de Berlín, puede ser también un lienzo de hierro y cemento donde artistas ocasionales se expresen con total libertad. Con el paso del tiempo, el Muro de Berlín se convirtió en una superficie significativa que contaba la historia de los habitantes de ese tiempo y relataba con minuciosidad sus sensaciones inmediatas, sus opiniones, sus necesidades más urgentes. Un tiempo dividido en dos mitades y con una visión del mundo también partida en dos; un tiempo que se abrió paso espectacularmente cuando los habitantes del lugar encontraron un hueco y decidieron proceder a la demolición del muro, en clara rebelión contra el signo de todos los tiempos. El Muro de Berlín cayó quizás porque un sistema político y económico estaba ya agonizando; pero también podemos creer que se vino abajo por el peso invisible del arte, y que su destino final fue esa constelación de pequeñas piedras de colores repartidas por el laberinto infinito, presentes en todas partes. La verdad de los hechos ya ha sido relatada y no admite comentarios; los hechos son como son (Sharon y Arafat son como son) y tienen su verdad inalterable. Pero si es cierto que el arte posee una verdad incontrolada, una verdad silvestre o de la competencia, éste es un momento más que propicio para ponerse en manos del arte y rescatar la verdad oculta que algunos tanto niegan.
El poeta palestino Mahmud Darwish escribió este poema:
Abraza a su asesino para lograr su clemencia: ¿te enfadarías mucho conmigo si sobreviviera? Hermano... hermano: ¿qué he hecho para que me asesines? Dos pájaros vuelan sobre nosotros, apunta hacia arriba. Dispara tu infierno lejos de mí... ven a la choza de mi madre para que te prepare las habas. ¿Qué dices? ¿Qué dices? ¿No soportas mi abrazo ni mi olor? ¿Estás cansado del miedo que me habita? Entonces arroja ese revolver al río. ¿Qué dices?... ¿Un enemigo en la ribera del río ha dirigido su metralleta hacia el abrazo? Entonces dispara contra el enemigo. Escaparemos juntos de sus balas y escaparás de tu delito. ¿Qué dices? ¿Me matarás para que el enemigo vuelva a su casa/nuestra casa y tu retornes al juego de la caverna? ¿Qué has hecho con el café de mi madre y de la tuya? ¿Qué crimen he cometido para que me asesines, hermano? No desataré la cuerda del abrazo. No te dejaré.
Esperemos que no tarden y que alguien escriba estas letras y otras en el muro. Que el muro se llene urgentemente con las imágenes de la verdad. Que la superficie desnuda nos muestre la otra verdad, la que tanto temen los poderosos. Que el muro, a fin de cuentas, se venga abajo.
3 comentarios
Enrique Bustamante -
pini -
déjame preparar los colores, que son mi debilidad.
ahorita nomás estoy en obras -lo cual es costumbre en mi vida- y voy a empezar a probar qué tal quedaron mis preparados.
itn -